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La caída de Isabel II,  a través de la prensa.

Toda revolución, tiene su origen en su objetos. Abusos, atropellos y arrogancia en el poder, crean rencores. Los acumula el pueblo en silencio, a la espera de la voz, que le llame al alzamiento. Cuando surja la seguirá, sin hacerse preguntas, porque le ofrece los que más ha deseado: la posibilidad de vengarse. Carlos III dios al pueblo mentiras, impuestos y opresión. Fracasado el motín de Esquilache, Carlos IV les dio más de lo mismo. Relativo el fracasó del motín de Aranjuez, el rey pidió protección a Napoleón y marchó a Bayona. Si el pueblo se levantó contra los franceses, fue por creer que les llamaba Fernando VI, cabeza visible del alzamiento.

Reinando Isabel II se terminaron de perder la colonias americanas, quedando Cuba y Puerto Rico, donde se hacía la guerra. Y los pueblos perdieron las tierras comunes. Despojados por la ley Mendizabal, que ejecutó Mádoz, perdieron la senara y los pastos, donde metían su ganado, comprando burgueses, que ni siquiera dieron trabajo. Los municipios perdieron médico, partera y maestro, cerrando hospitales y hospicios, por no haber de donde pagarles.  

Se instaló la miseria, surgieron las protestas y siguió la represión. La mayoría reclamó la libertad de gritar. La minoría el derecho a la información y a rebasar el grito, difundiendo la idea. Evidente la necesidad, se imponía descubrir su causa, encontrar la solución y divulgar el medio de aplicarla. La mayoría aspiraba a ganarse el pan, manteniendo a la familia dignamente. La minoría a cambiar el orden social, cambiando el sistema. Los que encanaba el sistema, a perpetuarse en el disfrute de la riqueza nacional, la renta nacional y la impunidad. Asentados en el poder, lo ejercían absolutamente. 

Inocuas las tarascadas del pueblo,  por carecer de idea - catalizador, planificación y cabezas, la riqueza pudo manifestarse ostentosa, frente a la miseria de los pobres, carne de cañón en la última guerra colonias y una clase media, cada vez más escueta y estrecha, que pagaba el costo.

Interrumpida la Guerra Carlista por una paz precaria, perseguidos los liberales, reprimido duramente todo atisbo de alzamiento, el poso rencor se enconaba,  fomentado por el espectáculo de la corrupción, el despilfarro cortesano y la injusticia.

De nada de esto se hablaba en la prensa, porque los amos de la prensa, encuadrados en la clase rectora, no estaban dispuestos a consentir que desde su publicaciones, tirasen piedras a su propio tejado. Manteniéndose al pairo de los espadones, que se sucedían en el favor de la reina y el poder, flotaban sobres todas las crisis, porque su partido era el de quien mandaba. 

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Pero no3Cádiz rev.jpg (51903 bytes) todo el ejército se movía a la sombra de la corona. La semilla de Riego, el que impuso la constitución y murió por la libertad, permanecía en esos hombres grises, que no frecuentaban la corte, por estar al frente y a cargo de tropa. A esta clase pertenecía el  Almirante Topete. Estaba con su escuadra en Cádiz, según se dice con intención de salir hacia Cuba, recibió orden de González Bravo, ministro de Marina, de desarmar a los oficiales y tripulación de dos fragatas. La repuesto, formulada el 17 de septiembre,  fue pronunciamiento. Se sumó toda la escuadra y los barcos que estaban en el puerto, incluidos los mercantes.

En el día desembarcaron en la Isla de León, donde había fuerte. La guarnición confraternizó con los sublevados, cerrando el paso a Cádiz, a la espera de que llegasen  Prim, Dulcet, Serra y otros generales, que habían sido deportados a Canarias.

Entraron en una ciudad fantasma. Acostumbrado los gaditanos a los espadones y escarmentados, se  encerraron en sus casas. Al no tener seguidores los alzados, al menos en apariencia, el gobernador Bouligny intentó resistir. Pero tampoco acudieron. Y tuvo que rendirse.  Triunfante la revolución,  corrió la noticia. El pueblo se lanzó a la calle al grito de" libertad". En Sevilla se alzó el General Izquierdo, organizando la primera junta revolucionaria. 

El movimiento se extendió por empatía. Logroño se adelantó en el norte, según correspondía a la residencia del general Espartero, el ídolo de la España liberal. Recibida la noticia en San Sebastián, los barcos de guerra que seguían a Isabel, a título de escolta, abandonaron el puerto, para unirse a los sublevados.  Prim  lanzó su primera proclama en Cartagena. Manifestándose republicano, prometió que derroc

ados los Borbones, se formaría gobierno provisional, que llamaría al pueblo a las urnas, para formar asamblea constituyente.

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Batalla de Alcolea Despeñaperros Heridos

Los voluntarios de Cádiz y Sevilla tomaron el camino de Madrid. La reina encargo al  General Pavía, marqués de Novaliches, que estaba en San Sebastián,  la misión de detenerles. 

El corresponsal de L'Illustration, que asistió a la batalla de Alcolea y sus preliminares, comprendió que la revuelta no era cosa de espadones, cuando empezaron  llegar manchegos por el desfiladero de Despeñaperros, bajo una lluvia torrencial, para unirse a los andaluces. Y deseó que un pueblo, agotado por  28 años de gobierno "execrable", lograse la libertad. El encuentro resultó más sangriento de lo que esperaban las parte.  Antes de que los soldados de Pavia se pasasen al bando de los insurrectos, enterados de lo que estaba sucediendo, se produjeron más de 1.000 bajas, entre muertos y heridos. Fueron llevado en tren a Córdoba. 3Novaliches.jpg (42087 bytes)

 Herido en la cara, Novaliches, fue alojado Pinto. Los insurrectos, de toda evidencia humanos, aguardaron a que pasase la gravedad, antes de decirle que había perdTopete.jpg (26916 bytes)ido la batalla. Llegó a Madrid la noticia de lo ocurrido en Alcolea. Y el pueblo se levantó al grito de libertas. Se unieron los soldados. Y no corrió la sangre por ausencia de disidentes. Rebosantes la alegría, apenas se registraron desordenes,  limitándose los  exaltados a borrar símbolos de la corona, paseando retratos de Isabel, a la que insultaba en efigie, por tenerla a mano. Dimitido el gobierno, a la espera del General Serrano, se formó provisional de 12 miembros, teniendo igual representación unionistas, progresistas y  radicales. Se declaró el fin de dinastía Borbónica y el francés se felicitó, por el bien de España. 3pueblo.jpg (64994 bytes)

La reina seguía en San Sebastián. Dimitido González Bravo, como responsable del desaguisado, encargó nuevo gobierno a Concha, con al condición de incluir a los generales Pavia y Calonge. El 23 de septiembre, en Barcelona,  el Conde de Cheste intentaba convencer a un pueblo, que escapaba al  "envilecimiento", de las ventajas de la monarquía. Horas más tarde, Cheste olvidaba su profesión de fe monárquica, para prestar adhesión inquebrantable a la revolución. 

En la noche del 26 de septiembre, se celebró un útimo consejo en San Sebastián. Presionada por sus ministros, Isabel abdicó e3consejoIsa.jpg (54966 bytes)n el  Príncipe de Asturias,3embarque Isa.jpg (42320 bytes) con la oposición de Marfiori y el P. Claret . Gesto tardío, que precedió a la noticia de la derrota de Alcolea. Presa del miedo que asalta al tirano, enfrentado a su ocaso, le reina huyó a  Irún, donde pasó la noche. El 30 de septiembre llegó el príncipe en el tren real. Se detuvo en Hendaya, donde embarcó Isabel.  Alabarderos de Napoleón III,  le rindieron honores. Cruzó el muelle dando el brazo a Francisco de Asis. En la estación de la Negresse aguardaban el Emperador y Eugenia de Montijo. Tras breve encuentro en el vagón terraza, la reina exiliada siguió a Pau, siendo alojada en el castillo.

Las primera noticias de la revolución, publicadas en L'Illustratión del 3 de octubre de 1868, eran confusas. En Madrid había triunfado una revolución, que empezó no se sabía donde, que parecía diferente a los habituales pronunciamientos de los espadones. Vaticinando con acierto, el analista político aventuró dos posibles desenlaces. Si el nuevo gobierno lograba reactivar las "fuerzas vivas" del país, integradas por los ciudadanos capaces, ahogados hasta entonces por la represión, España podría adquirir peso considerable en Europa. Pero si las cabezas del golpe se enzarzaban, movidos a impulsos de la tozudez o la ambición personal, el episodio en una las "tragicomedias", que dirigieron militares y políticos, a cargo y cuenta de la "pobre España". Tachando a Larra de "panfletario", le cita para recordar que definió a España como nueva Penélope, condenada a tejer y destejer eternamente.

El francés se felicitó de que al fin se hubiese "hecho justicia", acabando con wl régimen "execrable", encabezado por la Isabel II.  Edgar Quinet, en su libro  "Vacaciones en España", hacía descripción espeluznante de la reina: "La niña se ha convertido en mujer. Sus manos virginales han firmado la muerte de 213

progresistas", a más de desencadenar "dramático proceso" contre Olozaga, una de las pocas cabezas lúcidas, que quedaban en España. Habiendo la reina Isabel la disolución de las Cortes, al comprender que la medida distaba de ser popular, acusó a su ministro de haberla forzado. Inciado proceso, en el que se pidió la cabeza del acusado, el pueblo la exigió,  intoxicado por la propaganda oficial. A punto de ser asesinado en cualquier esquina, víctima del odio,  Olozaga se exilió  en París. Se ganó el respeto general, entablando amistad de Prim. El corresponsal le hizo camino Madrid, con otros muchos exiliados. En dos días se había vendido 2.000 billetes de primera en la Estación del Norte, con la capital de  España por destino.

Con orden admirable, pues apenas hubo incidente que registrar,  quedando la "guerra" en escaramuza ente el teatro de Alicante, y barricadas en Santander, el pueblo que "no pegaban ni mataba. Ni siquiera encarcelaba", manifestaba su alegría, cantando día y noche el "himno de Riego". En todos los portales había banderas y en los balcones colgaduras.  Pequeñas bujías, protegidas por faroles, iluminaba la ciudad en la noche. La recorrió el francés en todas direcciones, buscando partidarios de Isabel. Y no dio con ninguno. Hasta sus más fieles la habían olvidado.

El primero en entre fue Serrano. La tropa que le seguía vestía á la andaluza, chaqueta corta y sombrero. Entre sus comandantes destacaba el torero Purcheta, que aparece 3ourcheta.jpg (60059 bytes)en la litografía. Su hermano, también torero, fue demócrata radical. Cuando O' Donnell  dio el golpe a Espartero, organizó la resistencentrada2.jpg (80462 bytes)ia. Un día, estando en el Prado, O'Donell  mandó a dos lanceros matarle por la espalda.  Al tener el Purcheta superviviente, ideas menos avanzadas que el difunto,  estaba visto por la clase alta. Figurando en el cartel de la corrida que se preparaba, en honor de los héroes de la marina y el ejército. Los recibimientos de Topete, Puerrad y Caballero de Rodas fueron igualmente multitudinarios. Y el  desorden absoluto. Hombres de a pie pasaron montados y viceversa. En coches de palacio, con lacayos empolvados y librea roja, entraron  "patriotas" que agitaban  fusiles y banderas. Pronunciaban discursos y lanzaban consignas. La prensa deseó felicidad a un pueblo, que tanto había sufrido tanto.

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Los combatiente de Alcolea desfilaron en orden. Y el General Prim en desorden. Considerado "el salvador", fue tanta la concurrencia y el entusiasmo, que la fiesta causó muertos por asfixia y aplastamiento, en especial niños, que sus madres cometieron la imprudencia de llevar.  Protegido el general por su estado mayor, le precedía  delegación de catalanes, que bailaban, gritando: "Gloria de Cataluña".  Prim y Serrano se abrazaron, lanzando el grito que todos esperaban: "¡Abajo lo Borbones". El cronista francés lo escuchó y escribió: "¡Es decididamente una revolución!".

No habían dicho palabra los  líderes "democráticos", cuando Prim pergeño  manifiesto, pronunciándose por una república federal, que al no ser firmado por el de los lideres del movimiento, quedó en papel mojado. Al frente del gobierno el general Serrano, llamó a Rivero, jefe del partido republicano. Estas y otras maniobras inquietaron analista político de "L'Illustratión". Para sacar adelante una Revolución, se debía ser ejemplo de "abnegación personal y conciliación de intereses", especialmente"donde el interés general no ha sido más que una mascara, utilizada pérfidamente en servicio de la ambición y deseo revancha de los partidos".

Nadie sensato esperaba el cambio de pie, cuando Prim publicó proclama en "Las Novedades", órgano de su facción,  que tenía por doble divisa "Patria y Libertad - Por el pueblo y para el pueblo". Dibujando definitivamente el nuevo estado, se desdijo de cuanto había proclamado hasta entonces, iniciando la tragicomedia y hundiéndose en la contradicción, a partir del primer punto.

La contradicción de la promesa de restauración monárquica, con la libertad que reclamaba el pueblo, parece evidente, por mucho que repitiese Prim, con énfasis, que perseguía una "verdadera monarquía constitucional".

Así lo entendió el corresponsal francés. Y perdió la esperanza: "aquí tenemos otra vez  al país lanzado a la lucha de las ambiciones monárquicas", con desprecio evidente hacia un pueblo, que en el grito "abajo los Borbones", englobaba a todas las monarquías. Publicada la proclama, Isabel hizo llegar su protesta a la Junta  Revolucionaria de Madrid, esgrimiendo la legitimidad de su derecho. Y el infante Juan de Borbón, cabeza del carlismo, abdico en su hijo Carlos, procurando llamar la atención de los españoles, con panfletos y proclamas, que corrían en medio de una indiferencia absoluta. Los militares, metidos a políticos, quisieron unir España a Portugal, bajo la casa de Braganza, mientras otros barajaban  el nombre de Montpensier.

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Reunión Cívica

Lector

Madrid

El pueblo se expresaba en las fachadas. Sin novedades a la mano, el corresponsal contó y clasificó los grafiti. Ganó, por más repetido, el "¡Viva la libertad!". Seguía el "¡Viva la soberanía nacional!", más políticamente elaborado, ocupando el tercer lugar  "Muerte a los ladrones". Seguía el "Abajo los Borbones". En resumen, el pueblo español se manifestaba positivo: prefería manifestar su deseo de futuro, a llorar o vilipendiar al pasado.  Henri Gignan copió literalmente grafiti  del Ministerio de Hacienda, que llamó su atención: "Cayó para siempre la raza espuria de los Borbones - Castigo justo a su perversidad". Se dijo que si los legitimistas perseguían restauración, habrían de postergarla a tiempos mejores.

El corresponsal asistió a reunión de la Guardia Cívica. Formada por voluntarios, se encargaba de mantener el orden en una ciudad, donde lo garantizaba la alegría. No era figura excepcional el caballero en mula, que caladas las antiparras, el cigarro en  la boca, entretenía el camino leyendo el periódico. Lo hacían muchos, buscando información que les ayudase a conocer sus derechos. Y exigir los que les negasen. 

En el Mercado del Carmen se hablaba de política, al amparo Guardia Civico, que arma en mano, hacía su ronda. El verdulero puso el carro entre panfletos:  "abajo los Borbones", " viva la libertad, "pena de muerte al ladrón". Cuando se hizo el dibujo, la mayor parte de las armas, que se repartieron al pueblo, estaba recogidas y en los arsenales.

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