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(Barbu�ales , H., 19-V-1742 - Huesca , 20-X-1821). Uno de los aragoneses con m�s trascendencia hispano-americana y europea del siglo XVIII. Comenz� sus estudios en la Sertoriana oscense bajo la direcci�n de su t�o, don Mam�s de Azara, can�nigo de la catedral de Huesca, de quien da referencia F�lix de Latassa en su Biblioteca nueva de los escritores aragoneses (tomo V, n.� 151). En dicha Universidad de Huesca curs�, desde 1757 a 1761, estudios de filosof�a, artes y derecho; pero, m�s atra�do por la milicia, comienza su carrera militar como cadete del Regimiento de Infanter�a de Galicia, estudia matem�ticas en Barcelona, y en 1767 es promovido a �subteniente de Infanter�a e ingeniero delineador de los ej�rcitos nacionales y fronteras�.
Tras varios trabajos de correcci�n hidrol�gica en los r�os O�ar, Henares y Taju�a, as� como de fortificaci�n en Figueras y Mallorca, toma parte en la expedici�n a Argel de 1775, donde es herido de gravedad y rescatado por el conde de Fuentes. Su gran periplo, el que le habr�a de hacer famoso, comienza cuando, siendo teniente coronel de Ingenieros en San Sebasti�n recibe en 1781 la orden de trasladarse a R�o de la Plata en calidad de comisario de l�mites, con el nombramiento de capit�n de fragata, para hacer efectivo el tratado del Pardo de 1778 que fija la frontera hispano-lusitana en tierras de Am�rica del Sur. All�, esperando en vano la llegada de la parte portuguesa que habr�a de colaborar con �l, pasa doce a�os preparando cuanto habr�a de precisar para su cometido.
Ello le lleva a un estudio exhaustivo del Paraguay bajo los puntos de vista hisp�nico, socioecon�mico, geogr�fico, zool�gico y ornitol�gico, lo que le permite convertirse en la persona imprescindible del virreinato del R�o de la Plata. Nombrado por el cabildo de La Asunci�n �ciudadano de honor�, se le encarga la colonizaci�n de la banda oriental del R�o de la Plata (hoy Uruguay), en el �ltimo intento colonizador de Espa�a en aquellas tierras. Para ello tuvo el acierto de elegir como lugarteniente al entonces ayudante mayor del Regimiento de Blandengues de Maldonado, Jos� Gervasio de Artigas, a�os m�s tarde pr�cer fundador de la rep�blica del Uruguay y nieto de Juan Antonio de Artigas , emigrante de La Puebla de Albort�n (Z.) tras la guerra de Sucesi�n .
En 1801 recibe autorizaci�n para volver a Espa�a. Acude a Par�s, donde su hermano Jos� Nicol�s era a la saz�n embajador ante Napole�n Bonaparte , y aqu�l, que conoc�a su obra y la trascendencia de ella, lo presenta en el Museo de Historia Natural, donde Cuvier y sus colegas Waelkenaer, Lacepede, Geoffroy, Saint Hilaire, etc., le recibieron con aut�ntica admiraci�n.
Sus �ltimos a�os, tras de renunciar al virreinato de M�jico que le ofrec�a Godoy y aceptar el ser miembro de la �Junta de Fortificaci�n de Ambas Am�ricas� los pasa en su pueblo natal, traslad�ndose a Huesca despu�s de la guerra de la Independencia . Con esta ocasi�n es nombrado regidor de aquella ciudad, al no aceptar el pueblo a un tal Satu�, conocido como afrancesado . En esta situaci�n, y pues no en balde era miembro fundador de la Real Sociedad Econ�mica Aragonesa de Amigos del Pa�s desde 1779, realiza sus �ltimos estudios de corte aragon�s: Las Pardinas del Alto Arag�n; Los olivos de Alqu�zar y sus aldeas, y otros sobre las causas de la decadencia aragonesa y la divisi�n de la regi�n en provincias.
Muri� en Huesca en 1821, y fue enterrado en el pante�n catedralicio de los Lastanosa . En 1805 hab�a sido retratado por Goya .
Sus obras m�s importantes:
Memoria sobre el estado rural del R�o de la Plata; P�xaros del Paraguay; Cuadr�pedos del Paraguay, y el compendio Viajes a la Am�rica Meridional, tuvieron una trascendencia internacional. La primera supuso el pedestal socio-econ�mico imprescindible para las futuras rep�blicas, y las otras tres, al aceptarse como una evidente novedad en las m�s altas instancias de la ciencia francesa, dieron lugar, con su publicaci�n en Par�s, al inicio de la teor�a de la evoluci�n de las especies que sesenta a�os m�s tarde desarroll� Darwin, y a la correcci�n de la obra de Buffon, hasta entonces intangible. Fueron publicadas, adem�s de en espa�ol, en franc�s, ingl�s y alem�n.
En Montevideo, Buenos Aires y Huesca, entre otras poblaciones, le dedicaron homenajes muy tempranos, dando su nombre a diversas calles. Su iconograf�a es numerosa, pues adem�s del mencionado retrato de Goya (del cual salieron otros tomando de �l la cabeza) y del que conserva el Museo Mitre de Buenos Aires existen al menos tres grabados suyos, uno incluido en el Atlas de los Viajes a la Am�rica Meridional, otro realizado por Amills, y un tercero por Batanero, de peor factura; estos �ltimos, indudablemente p�stumos, se insertan en las obras sobre los Azara, entre ellas la de Basilio Sebasti�n Castellanos de Losada, Pante�n biogr�fico-moderno de los ilustres Azara de Barbu�ales en Arag�n... (Madrid, 1848). Un monumento a �l dedicado existe en Asunci�n del Paraguay, y una estatua sedente de gran tama�o en el Parque de la Ciudadela de Barcelona; adem�s, se conoce de �l un busto en m�rmol blanco italiano, con uniforme de marino, debido al escultor catal�n Bover.
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Castellanos de Losada, B.S.: Glorias de Azara; Madrid, 1852;
Pante�n biogr�fico moderno de los ilustres Azara de Barbu�ales; Madrid, 1848.
Tras el desastre de la desaparici�n del reino se vive una �poca de esplendor con la Ilustraci�n.
El pintor aragon�s que se�al� los caminos para las nuevas corrientes en el arte universal.
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