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Tabaré Vázquez Rosas

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Datos relevantes

Actualización: 11 de Noviembre de 2014
Crédito fotográfico: © Comisión Europea, 2007/Berlaymont
Tabaré Ramón Vázquez Rosas

Uruguay

Presidente de la República

Duración del mandato: 01 de Marzo de 2005 - 01 de Marzo de 2010

Nacimiento: Montevideo , 17 de Enero de 1940

Partido político: Frente Amplio

Profesión: Médico oncólogo

Crédito fotográfico: © Comisión Europea, 2007/Berlaymont

Resumen

El primer presidente de Uruguay no salido de las filas del bipartidismo de tendencia conservadora que, por turnos, gobernando unas veces -las más- el Partido Colorado (PC) y otras el Partido Nacional (PN), también llamado Blanco, acaparó el poder de manera ininterrumpida durante 170 años, es decir, casi desde la articulación estatal de la República Oriental en 1830, pertenece a una familia de clase trabajadora y activa en las luchas sindicales y políticas.

Biografía

Cuarto de cinco hermanos, su padre se ganaba la vida como modesto funcionario de la Administración Nacional de Combustibles Alcohol y Portland (ANCAP), la gran empresa estatal que ostentaba el triple monopolio de la comercialización y el refinado de petróleo y derivados, la producción de cemento y la producción de bebidas alcohólicas. Héctor Vázquez era también enlace sindical en la ANCAP, y su participación en la agitación laboral de 1951 le acarreó el despido e incluso un período de prisión.

Los Vázquez vivían en La Teja, barriada popular montevideana de marcada personalidad, y su humildad económica se vio complicada por un historial de dolencias cancerosas que años más tarde iban a llevar a la tumba a los dos progenitores y a una hermana mayor, como su madre, víctima del cáncer de mama. Los males que aquejaban a sus familiares y el ejemplo aleccionador del doctor de cabecera que les atendía indujeron a Vázquez a hacerse profesional de la medicina en la rama de oncología.

El muchacho se instruyó en la Escuela Yugoslavia, el Liceo Francisco Bauzá y el Liceo Cerro. Quería entrar en la universidad y para ello antes tenía que tomar clases preparatorias, pero al acabar la secundaria, la necesidad de aportar ingresos al núcleo familiar, que atravesaba una etapa de estrechez, interrumpió los estudios y se puso a trabajar. El paréntesis laboral duró cuatro años y Vázquez realizó los trabajos más diversos: mozo de almacén, aprendiz de carpintería, vendedor de periódicos, vidriero, y, por último, administrativo y auxiliar de laboratorio en una empresa de vinos y licores. En 1961 emprendió los dos años de formación preuniversitaria en el Instituto Alfredo Vázquez Acevedo (IAVA) y en 1963 pudo al fin matricularse en la Facultad de Medicina de la Universidad de la República. En el segundo año de carrera contrajo matrimonio con María Auxiliadora Delgado, una operaria de la Caja de Profesionales Universitarios. La pareja iba a tener tres retoños varones, y a adoptar un cuarto.

El paso de Vázquez por la Universidad coincidió con el progresivo deterioro de la situación política en Uruguay, con el agotamiento del sistema de Gobierno colegiado instaurado por el PC y el PN en 1952, la vuelta a los ejecutivos unipersonales, controlados por los colorados y con una deriva autoritaria, el recrudecimiento de la violencia subversiva del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros (MLN-T), que pasó a librar acciones de guerrilla urbana contra el Estado, y los contragolpes represivos de las Fuerzas Armadas, cada vez menos respetuosas con las garantías constitucionales de los ciudadanos.

A diferencia de su hermano menor, Jorge Luis, que también hizo la carrera médica en la rama de enfermería, Vázquez se mantuvo alejado de la efervescencia política que recorría las aulas, concentrándose en su preparación como facultativo y desarrollando actividades extraacadémicas en el deporte universitario. Ansioso por dispensar servicios médicos a sus paisanos del vecindario de La Teja, en 1965 puso en marcha junto a varios compañeros de promoción una policlínica y un comedor popular. Los instalaron en los locales del Club Arbolito, una peña recreativa juvenil que había ayudado a fundar en 1958 y que brindaba un lugar de encuentro a aficionados al fútbol y las chirigotas carnavaleras.

En 1969 finalizó la titulación y se puso a ejercer como médico certificador de la Jefatura de Policía de Montevideo, labor que desempeñó hasta 1971. En 1972, el año en que su hermano Jorge Luis, al socaire del "estado de guerra interno" declarado por el Legislativo, fue detenido y encarcelado por sus actividades políticas izquierdistas contrarias al Gobierno colorado de Juan María Bordaberry Arocena (iba a pasar en prisión nada menos que doce años), Vázquez obtuvo la graduación como especialista en Oncología y Radioterapia, tras lo cual fue contratado por la Clínica Barcia.

Entre tanto, el Estado de derecho agonizaba en Uruguay. El pandemónium de violencia política que atizaban los tupamaros y los militares desembocó en los sucesos de junio de 1973, cuando el presidente Bordaberry se avino a hacer de comparsa en un verdadero golpe de Estado de las Fuerzas Armadas, usurpación que la continuidad del político colorado en la jefatura del Estado y sus decretos de suspensión del poder legislativo e instauración del Gobierno de facto no consiguieron disimular. La quiebra del orden constitucional en una de las democracias más arraigadas del continente no alteró la trayectoria privada de Vázquez, que siguió completamente entregado a su vocación.

En 1976 obtuvo del Gobierno francés una beca que le permitió mejorar sus conocimientos en el Instituto Gustave Roussy de Paris, centro pionero a nivel internacional en la investigación de tratamientos contra el cáncer. Sin abandonar el ejercicio de la medicina, siempre en Montevideo, Vázquez incursionó en la faceta gerencial de su otra gran pasión, el fútbol, de suerte que en 1978 se convirtió en el vicepresidente del Club Atlético Progreso, equipo del que era ferviente seguidor. En el plazo de un año se encaramó a la presidencia del club, función que desempeñó durante casi una década y que fue enaltecida por una racha de éxitos: en 1980, después de 34 años jugando en categorías bajas, el Progreso volvió a la Primera División, en 1985 ganó el Torneo Competencia y en 1989 se adjudicó el campeonato de la Liga Nacional.

Generando un poderoso contraste, el nervioso y vociferante directivo futbolístico daba paso al oncólogo sosegado y retraído cada vez que Vázquez se ponía la bata blanca. Desde finales de la década de los setenta, Vázquez ejerció en el Hospital de Casa de Galicia y el Hospital Británico, y en 1981 ganó por concurso-oposición la dirección del Departamento de Radioterapia del Instituto Nacional de Oncología del Uruguay (INDO), centro dependiente del Ministerio de Salud Pública. Algo más tarde se integró también en la plantilla de profesionales del recién creado Centro de Diagnóstico Mamario (Cendima) de la Asociación Española, cuya dirección iba a asumir diez años después simultáneamente a su cometido en el INDO.

Siempre atento a los últimos avances en su especialidad, asistió a numerosos congresos de oncología en Estados Unidos, Francia, Brasil, Argentina Japón, Israel y otros países, y publicó trabajos y artículos en varias revistas científicas médicas. En 1986 recibió el despacho de docente titular en el área de Radioterapia del Departamento de Oncología de la Facultad de Medicina y de paso puso en marcha su propio gabinete clínico, el Centro de Oncología y Radioterapia (COR), en lo que hasta entonces había sido la Clínica Barcia, la cual adquirió con aportaciones de capital societario reunido con dos colegas de profesión.

Ejemplo de ingreso tardío en la política, a principios de la década de los ochenta, cuando el nuevo presidente, el general Gregorio Álvarez Armellino, manejaba un cronograma de transición al Gobierno constitucional civil y se las veía y deseaba para convencer a la cada vez más contestataria oposición interna de que la etapa más tenebrosa de la dictadura (varias decenas de desaparecidos, cientos de muertos, miles de presos políticos, torturas generalizadas y decenas de miles de exiliados, en un país de sólo tres millones de habitantes) había quedado atrás, Vázquez se acercó al Partido Socialista del Uruguay (PSU), añeja formación de orígenes marxistas, fundada en 1910 por Emilio Frugoni y que, como el resto de agrupaciones de la izquierda, había sido marginada del juego político uruguayo durante décadas y ahora sufría persecución, no gozando de la relativa tolerancia dispensada por las autoridades castrenses al PC, el PN y los católicos conservadores de la Unión Cívica (UC), y debiendo trabajar sus miembros en la más estricta clandestinidad.

El PSU fue uno de los cinco partidos de izquierda ilegalizados en diciembre de 1967 por el entonces presidente colorado, Jorge Pacheco Areco. Pero más tarde se las arregló para burlar parcialmente su proscripción uniéndose al Partido Comunista del Uruguay (PCU) de Rodney Arismendi, el Partido Demócrata Cristiano del Uruguay (PDC), disidentes del PC y el PN, trotskistas y otros grupúsculos de tendencia progresista bajo la bandera del Frente Amplio (FA), coalición que, con un sólido aval de activistas sociales y sindicalistas independientes, se constituyó el 5 de febrero de 1971.

El líder indiscutible del Frente era el general retirado Líber Seregni Mosquera, quien se presentó a las elecciones presidenciales del 28 de noviembre de aquel año y que, con el 18,6% de los sufragios, fue el tercer candidato más votado a título individual, detrás del colorado Bordaberry y el líder blanco Wilson Ferreira Aldunate, receptor del 26%. Sin embargo, al regir la llamada Ley de Lemas, según la cual se llevaba la Presidencia el candidato (sublema) más votado de la sigla partidaria (lema) que más papeletas sumara –de acuerdo con este singular sistema, el voto colorado y blanco se fragmentaba en las presidenciales-, fue Bordaberry quien ganó la proclamación, aunque con graves sospechas de fraude en el escrutinio. Los frenteamplistas consiguieron meter 18 escaños en la Cámara de Diputados, su primera representación a nivel nacional.

El FA siguió moviéndose por una línea de rechazo al imperialismo y la oligarquía, y de defensa de la participación popular en los procesos políticos, el intervencionismo estatal, la reforma agraria y la nacionalización de la banca privada, a la vez que sus elementos más a la izquierda mantenían relaciones con el MLN-T, pese al carácter claramente terrorista de algunas de las actividades de esta organización. Tras el golpe de Estado de 1973, el FA fue proscrito y muchos de sus dirigentes, con Seregni a la cabeza, terminaron en prisión. Los primeros años del Gobierno de facto fueron extremadamente duros para los frenteamplistas, que padecieron en carne propia la obsesión de la cúpula castrense por eliminar toda manifestación izquierdista en la vida nacional.

Vázquez tenía de siempre simpatías izquierdistas, pero su negativa a involucrarse en el activismo político le permitió surcar indemne esta peligrosa etapa. Se afilió al PSU en torno a 1983, año álgido de las protestas cívicas contra la dictadura, y pronto se hizo notar entre los cuadros superiores del partido. Seregni fue excarcelado en marzo de 1984, pero no se le permitió disputar las elecciones presidenciales del 25 de noviembre de 1984, cuya convocatoria fue arrancada a Álvarez en virtud del denominado Pacto del Club Naval, suscrito el 3 de agosto anterior por el régimen, el PC, la UC y el mismo FA (el PN boicoteó las conversaciones en protesta por la detención de su líder histórico, Ferreira, nada más retornar del exilio). El sustituto de Seregni, Juan José Crottogini, cosechó el 21,3% de los votos, mientras que en los comicios legislativos la cuota representativa creció a los 21 escaños. El ganador de las presidenciales, Julio María Sanguinetti Coirolo, del PC, personificó la restauración de la democracia el 1 de marzo de 1985.

Progresivamente atraído por la actividad política, Vázquez, con 47 años de edad, ingresó en el Comité Central del PSU en diciembre de 1987 por decisión del 39º Congreso del partido, ocupando la Secretaría General Reinaldo Apolo Gargano Ostuni. En cuanto al FA, la desaparición del elemento aglutinante, la lucha contra la dictadura, puso al descubierto las contradicciones internas de una coalición que daba cobijo a ideologías dispares. Como resultado de las divisiones entre los sectores socialistas-comunistas y centristas, el FA sufrió la doble escisión del PDC y el que entonces era su integrante más potente al aportar 11 de los 21 diputados, el Partido por el Gobierno del Pueblo (PGP, antes llamado Lista 99 y Movimiento por el Gobierno del Pueblo, MPG, una defección del coloradismo liderada por Hugo Batalla), los cuales se unieron a la UC para dar vida a la alianza Nuevo Espacio (NE). A cambio, se unieron al Frente el MLN-T -ya reconvertido en un partido democrático civil-, el Movimiento 26 de Marzo (M-26), el trotskista Partido Socialista de los Trabajadores (PST) y el Movimiento Grito de Asencio (MIGDA).

Estas mudanzas sucedieron unos meses antes de las elecciones generales del 26 de noviembre de 1989, que supusieron el bautizo en las urnas de Vázquez, con resultado triunfal. El oncólogo socialista, gracias a los éxitos deportivos del Club Atlético Progreso, se había convertido en todo un personaje en las barriadas populares de Montevideo, pero también traía una fama de excelente gestor. Con estos dos activos, el FA, que un principio le había reservado para las listas a la Cámara de Senadores, decidió otorgarle la candidatura al puesto electivo de intendente o alcalde capitalino, una oficina de mucho poder e influencia en Uruguay toda vez que la urbe rioplatense concentraba más de la tercera parte (la mitad, si se considera el área metropolitana) de la población y el 45% del PIB uruguayos. Hasta la fecha, la Intendencia Municipal de Montevideo (IMM), con su desmedido aparato burocrático, había sido el principal coto del clientelismo y el tráfico de influencias cultivados por los dos grandes partidos tradicionales.

Lejos de pasarle factura, los abandonos del PDC y el PGP vinieron a consolidar al Frente, que ahora ofrecía al electorado un perfil izquierdista mucho más nítido, restando fundamento al temor de que la entrada en el movimiento-coalición de los antiguos guerrilleros tupamaros pudiera ahuyentar a aquellos votantes de orientación ideológica moderada. En las presidenciales y legislativas, el Frente repitió casi al milímetro los resultados de cinco años atrás, con el mismo número de escaños, 21, y el mismo porcentaje para Seregni, tercero tras el blanco Luis Alberto Lacalle de Herrera –quien a título individual percibió un escaso 22,6%- y el colorado Jorge Luis Batlle Ibáñez.

El grito de victoria lo profirieron los frenteamplistas gracias a Vázquez, que con el 33,6% de los votos se llevó la intendencia y dio al FA su primera plaza de poder ejecutivo. Inaugurado el 15 de febrero de 1990 con un mandato de cinco años, Vázquez dirigió el consistorio montevideano con prodigalidad y sentido reformista, acometiendo una importante descentralización administrativa basada en la figura del Centro Comunal Zonal, de los que se crearon 18, transparentando los procesos decisorios, incrementando los salarios de los funcionarios e invirtiendo mucho en políticas sociales, pero al precio de cubrir de deudas el erario municipal, no dudando el PN en tachar de populista esta gestión.

Mientras en la IMM Vázquez gastaba a manos llenas para mejorar la calidad de vida de los ciudadanos, desde la Residencia Presidencial Suárez y Reyes, Lacalle ejecutaba políticas neoliberales, con ajuste financiero, desregulación normativa, librecambismo y privatizaciones. La prensa uruguaya llegó a hablar de una incómoda "cohabitación" entre dos regidores que ofrecían a sus gobernados unos modelos sociales y económicos diametralmente opuestos.

De cara a las elecciones generales de 1994, el FA abrió un debate interno del que salió una declaración sobre la necesidad de abrirse a la colaboración con partidos no propiamente de izquierda pero igualmente interesados en ofrecer al electorado una sólida alternativa de progreso, capaz de quebrar el bipartidismo tradicional. Vázquez, que no jugó exactamente un papel principal en la formulación de las nuevas estrategias de la coalición y que se encontraba enfrentado a Danilo Astori, jefe de la facción frenteamplista Asamblea Uruguay (AU), compañero de fórmula de Seregni en las presidenciales de 1989 y el delfín oficioso del veterano líder, acogió entusiásticamente la idea, con lo que él mismo se escoró a posiciones más moderadas.

Las conversaciones con sectores del PN, el PGP, el PDC y la facción colorada Foro Batllista llegaron a buen puerto y el 15 agosto de 1994 los distintos cabezas de facción pusieron en marcha la coalición electoral Encuentro Progresista (EP). Vázquez, dotado de un raro carisma donde convivían los gestos taciturnos, los bandazos de discurso y la conexión personal con el ciudadano de a pie, era desde el mes anterior el candidato presidencial del FA, postulación en la que había conseguido imponerse a Astori, y ahora pasó a serlo también del EP.

Una vez cesado como intendente de Montevideo para concentrarse en la campaña de las presidenciales, Vázquez esgrimió un plantel de propuestas de tipo socialdemócrata en su sentido más clásico, con prioridad para las políticas activas de empleo, la inversión pública en los servicios sociales, la supresión de las bolsas de pobreza, el aumento de la presión fiscal a los grandes propietarios, y la descentralización participativa y geográfica. Quería marcar las distancias del mayor o menor continuismo que propugnaban blancos y colorados, y confiaba en el advenimiento de una nueva era política en Uruguay, dejando atrás un modelo económico, el neoliberal, que él consideraba desacreditado y periclitado.

Parte de esta predicción se cumplió el 27 de noviembre de 1994, cuando el oncólogo protagonizó también el segundo hito electoral de los frenteamplistas al ser, con el 30,6%, el candidato más votado en la liza individual de aspirantes presidenciales. Su compañero de fórmula para el puesto de vicepresidente era el senador democristiano Rodolfo Nin Novoa, quien había recorrido el primer tramo de su trayectoria política en las filas del PN.

Sin embargo, seguía operando la Ley de Lemas, tal que las sumas de los sufragios obtenidos por los tres postulantes colorados –en este orden, Sanguinetti, Batlle y Pacheco- y los tres nacionalistas –Alberto César Volonté Berro, Juan Andrés Ramírez y Carlos Julio Pereyra- relegaron al EP-FA en el cómputo final a la tercera posición. Los márgenes, eso sí, eran mínimos, de manera que Sanguinetti ganó su segunda presidencia con sólo el 32,3% de las papeletas, mientras que él en solitario sólo había capturado el 24,7%.

Aunque no ganada por la izquierda, la votación presidencial reflejaba una compartimentación electoral del PC, el PN y el EP-FA casi a partes iguales, pudiéndose hablar ya de un tripartidismo equilibrado que dejaba expedito el camino a una alternancia completa de gobierno. Ésto se apreció incluso más nítidamente en las legislativas, donde la coalición progresista se hizo con 31 diputados y 9 senadores, colocándose al mismo nivel de representación que sus dos contrincantes tradicionales. En añadidura, el FA revalidó el control de la IMM con su candidato Mariano Arana Sánchez, senador de Vertiente Artiguista (VA), que mereció la confianza del 44% de los votantes montevideanos.

La lectura que hizo Vázquez de las elecciones de 1994 fue que había que perseverar y profundizar en la estrategia de diálogo con los partidos, tendencias y personalidades que no hacían profesión de fe izquierdista ni estaban alineados con las facciones predominantes en las estructuras orgánicas del PC y el PN. En diciembre, este decidido impulso del EP-FA hacia el centroizquierda con la incorporación de nuevos socios tuvo el mejor aval de los encuentristas en la elección de Vázquez como presidente de la coalición.

A principios de 1996, la reforma constitucional promovida por Sanguinetti para suprimir la casi centenaria Ley de Lemas e instaurar, como en otros países del entorno, la candidatura presidencial única por partido y el sistema de doble vuelta electoral en caso de no alcanzar ningún postulante la mayoría absoluta del 50% mas uno de los votos, sembró el divisionismo en una coalición que tenía que hacer un permanente encaje de bolillos para dar satisfacción a sus numerosos integrantes. Seregni venía negociando las modificaciones constitucionales con el PC y el PN, y en principio estaba de acuerdo con los cambios propuestos en el sistema electoral.

Pero Vázquez emitió su opinión contraria, al parecerle que la izquierda uruguaya perdía más que ganaba con la introducción del balotaje y la desaparición de los sublemas, concebidos en su momento para acomodarse al fraccionalismo de los partidos tradicionales. Sus tesis se impusieron en el grupo parlamentario del EP-FA, no dejando a Seregni (quien iba a fallecer en julio de 2004 a los 87 años) otra salida que la dimisión "indeclinable y definitiva" como presidente del Frente el 5 de febrero, precisamente en el 25º aniversario de la coalición, mientras que Astori y AU hubieron de someterse a la disciplina del colectivo.

A raíz de esa grave trifulca, Vázquez se apartó del Secretariado Ejecutivo, órgano de dirección colegiada del FA, aunque esta espantada, no extraña en un hombre que tendía a alternar los ramalazos de timidez con las manifestaciones de brusquedad e intransigencia en las disputas internas, fue temporal: el 22 de diciembre de 1996, en el III Congreso Ordinario de la coalición, el presidente encuentrista se convirtió también en el presidente de los frenteamplistas. La conversión de Vázquez en el máximo líder de la izquierda uruguaya tuvo lugar dos semanas después del referéndum nacional que, contrariando las consignas negativas lanzadas por el FA, dio luz verde –aunque por los pelos- al paquete de reformas constitucionales impulsado por el Gobierno.

El 13 de septiembre de 1997 Vázquez volvió a turbar a los suyos con su anuncio de que dimitía como presidente del Frente con efecto inmediato. La razón aducida fue la violación de la disciplina de voto por el edil frenteamplista Jorge Zabalza, ex guerrillero tupamaro del Movimiento de Participación Popular (MPP, marchamo político activado por el MLN-T), quien frustró en la Junta Departamental, u órgano legislativo, de Montevideo la iniciativa de la Intendencia de conceder a un grupo empresarial privado la administración de un importante hotel-casino de la capital, hasta entonces en manos del consistorio. La enésima disensión interna ponía sobre el tapete las insalvables diferencias ideológicas entre la mayoría izquierdista moderada y una minoría de personalidades radicales, fieles a una concepción socialista prístina o abiertamente marxista.

Vázquez puso como condiciones para revocar su decisión la "autoexclusión" de aquellos miembros del FA que no acataran las resoluciones de los órganos ejecutivos y la potenciación del proyecto encuentrista. Una vez satisfechas sus demandas, Vázquez, a quien las encuestas situaban como el político mejor valorado del país, fue ratificado por aclamación como timonel del FA por el III Congreso Extraordinario del movimiento en noviembre de 1998. En esta ocasión, Astori aceptó no arrojar el guante a su inveterado rival a cambio de tener vía libre para disputarle la candidatura presidencial en las primarias del 25 de abril de 1999, abiertas a todo ciudadano previamente registrado. Llegado ese momento, el socialista se impuso con más rotundidad de lo esperado: recibió el 82,4% de los votos. El 26 de junio siguiente, la Convención Nacional del EP-FA le proclamó su candidato presidencial.

Entonces, el FA se ofrecía a la opinión pública como un batiburrillo de siglas que, empero, con las lógicas recomposiciones en forma de incorporaciones, defecciones, fusiones, absorciones o escisiones, mantenía un equilibrio bastante razonable. La veintena de partidos y movimientos que le deban vida se organizaban en sectores o bien se desenvolvían individualmente.

Así, funcionaban cuatro grandes agrupaciones internas: la Corriente de Izquierda, polo radical francamente minoritario, reunía al MPP, el M-26, el PST, la Corriente de Unidad Frenteamplista (CUF), el Movimiento 20 de Mayo (M-20) y la Unión Popular (UP); la ya citada Vertiente Artiguista consistía en la Izquierda Democrática Independiente (IDI) y Artiguismo y Unidad (AU); Democracia Avanzada 1001 se basaba en el PCU y el Frente Izquierdista de Liberación (FIDEL); finalmente, operaba Espacio 90, fruto de un pacto entre el PSU de Vázquez, la Corriente Popular (CP) y el Movimiento Socialista (MS). Además, estaban la AU de Astori, la Izquierda Abierta (IA), el Partido Obrero Revolucionario (POR), el Partido por la Victoria del Pueblo (PVP), el Movimiento Popular Frenteamplista (MPF) y el Movimiento Pregón (MP). El componente más importante era con mucho la Asamblea Uruguay, que aportaba 17 de los 31 diputados, seguido de Espacio 90, que poseía siete escaños.

A las elecciones generales de octubre de 1999 Vázquez llegó como el favorito para encabezar la primera vuelta, aunque él mismo era consciente de que el balotaje le perjudicaba. El Frente no había hecho sino crecer electoralmente desde su fundación, y otro empujón ahora se daba por descontado, pero esta pujanza no garantizaba el triunfo final en las presidenciales. Por lo demás, las vicisitudes de Vázquez y los frenteamplistas eran análogas a las de otro ilustre socialista sudamericano, Luiz Inácio Lula da Silva, y su Partido de los Trabajadores (PT) en el vecino Brasil; allí, el carismático dirigente petista llevaba perdidos tres envites presidenciales consecutivos (1989, 1994 y 1998) y, como Vázquez en Uruguay, suscitaba aprensiones en importantes sectores de las clases medias y altas por su tradicional discurso de izquierdas, muchas veces hostil a las dinámicas del libre mercado y el gran capital, y a la escasa progresividad de la tributación fiscal.

Pero Lula ya estaba madurando una estrategia de victoria segura en 2002, que pasaba por abrazar el máximo de pragmatismo y moderación, para mitigar miedos infundados, sin renegar de una serie de objetivos fundamentales de justicia social que conformaban los manifiestos de su partido y de una serie de formaciones cercanas susceptibles de firmar alianzas con él. Aunque el caso uruguayo no era especular (ni los problemas ni la estructura socioeconómica del país eran los mismos, ni el EP-FA se parecía al PT en muchos aspectos), los paralelismos de coyuntura eran evidentes. Obviamente, Vázquez estaba muy interesado en la experiencia de las izquierdas brasileñas, de cuya victoria final iba a tomar buena nota. Sin embargo, ahora, en Uruguay, en tiempos de incertidumbre económica, una parte del electorado que en otras circunstancias habría apostado por el cambio seguramente iba a decidir que era mejor continuar con lo conocido.

El dirigente socialista retomó las propuestas de la campaña de 1994 e hizo hincapié en la responsabilidad del Gobierno para insuflar nueva vida a una economía en franca recesión como consecuencia de la devaluación del real brasileño en enero, que estaba hundiendo las exportaciones uruguayas en el ámbito del MERCOSUR e inundando el mercado nacional de productos del país vecino a precio de ganga. Con el efecto samba procedente de Brasil golpeando en las puertas de casa, Vázquez intentó transmitir un tono de responsabilidad financiera, asegurando que la llegada del Frente al poder no tenía porqué generar movimientos de pánico como fugas de capitales.

En un almuerzo con dirigentes de la patronal uruguaya, Vázquez afirmó que las propuestas de su movimiento no eran ni "una expresión de nostalgia socialista" ni suponían "una amenaza para los inversores y empresarios", sino que apuntaban a la recuperación de los niveles de competitividad en los sectores agropecuario e industrial, y a la ejecución de reformas estructurales. Incluso contemplaban recortar algunos gravámenes sobre el sector productivo, como el impuesto a las rentas de capital, amén del IVA. Eso sí, en caso de conquistar la Presidencia, no demoraría la activación de un plan social de emergencia y permitiría aumentos salariales en consonancia con la productividad de las empresas. También, protegería las manufacturas locales con mecanismos arancelarios excepcionales ya permitidos por el MERCOSUR.

En la recta final de la campaña, advirtió que un gobierno del Frente no aplicaría recetas "impuestas por las agencias internacionales de crédito", si bien haría honor a las obligaciones deudoras contraídas por el Estado. Sacando punta al lenguaje, indicó que las políticas pensadas por el EP-FA eran "gradualistas" y "progresistas, no socialistas", y que ellos no traían "aventuras ni soluciones mágicas".

El 31 de octubre de 1999 la boleta Vázquez-Nin rompió el techo electoral de su grupo y se puso en cabeza con el 38,5% de los sufragios, seguido por las del colorado Batlle con el 31,3% y el ex presidente nacionalista Lacalle con el 21,3%. Deseando inyectar entusiasmo, Vázquez presentó su victoria provisional como un paso adelante en la "revolución cautelosa" que se vivía en el Cono Sur, tras años de gobiernos liberales. No obstante, operó lo que el EP-FA estaba temiendo en privado: un trasvase masivo del voto útil conservador del electorado blanco al candidato del oficialismo colorado, a fin de bloquear al aspirante de una izquierda que todavía despertaba muchos recelos.

Como resultado, el 28 de noviembre Vázquez ascendió levemente al 44%, mientras que Batlle se proclamó presidente con el 51,6%. Eso sí, el EP-FA venció inapelablemente en las legislativas, con 40 diputados y 12 senadores. El 14 de mayo de 2000, la segunda vuelta de las elecciones municipales constituyó un epílogo de lo más alentador: Arana volvió a triunfar en Montevideo, esta vez con el 52% de los sufragios, y el EP-FA registró importantes subidas en los demás departamentos.

Vázquez y los suyos se tomaron con filosofía la derrota en las presidenciales de 1999, y de inmediato se pusieron manos a la obra para que la oportunidad de 2004 no se les escapara también. Era menester ensanchar la base de apoyos, lo que exigía un cierto corrimiento al centro e integrar a los sectores de la izquierda moderada que venían yendo por libre. Con ese fin, trabajaron en los terrenos político, buscando nuevos socios para el encuentrismo, y social, cortejando individualmente a electores que hasta entonces habían votado colorado o blanco. Vázquez se volcó en este doble activismo, recorriendo el país de cabo a rabo para reunirse personalmente con la gente, y negociando la entrada en el EP del partido socialdemócrata Nuevo Espacio, muchos de cuyos miembros habían sido frenteamplistas (procedían del PGP) y que en las pasadas elecciones había tenido una cuota electoral del 4%. En añadidura, NE compartía membresía con el PSU en la Internacional Socialista.

La incorporación del NE que presidía el senador Rafael Michelini demandó construir un ámbito específico, la Nueva Mayoría (NM), expresión que apelaba al cambio político en Uruguay, a una auténtica alternancia, sin incidir en los aspectos ideológicos de esa mudanza histórica. Quedó definida por tanto la más vasta coalición en la historia electoral uruguaya (y de todo el continente), el EP-FA-NM, cuya acta fundacional fue firmada el 19 de diciembre de 2002 por Vázquez, Michelini, el vicepresidente del EP, Nin Novoa, el vicepresidente del FA, Jorge Luis Brovetto Cruz, y el secretario general del NE, Edgardo Carvalho Silveira.

Para entonces, el Frente ya había avanzado las líneas maestras de su plan de acción política. En septiembre de 2001, el IV Congreso Ordinario, al tiempo que reelegía a Vázquez como presidente del movimiento-coalición, proclamó su Compromiso por el cambio para el nuevo siglo, documento que reafirmaba las metas de la "solidaridad" y la "justicia" sociales en un mundo marcado por una "nueva fase del capitalismo global" y la "liberalización absoluta de las economías", conformando "una opción ideológica que no compartimos".

Las críticas de Vázquez al neoliberalismo, por él tachado de "madre de todas las desgracias de los pueblos de América Latina", se vieron vindicadas con la gravísima crisis económica y financiera que se abatió sobre el país rioplatense en la primavera y el verano de 2002. Contagiado por la debacle monetaria en Argentina y dañado también por la persistente debilidad financiera en Brasil, el peso uruguayo fue presa de la especulación en los mercados de divisas, obligando al Banco Central a vender cientos de millones de sus reservas en dólares para atajar la devaluación de la moneda nacional.

En junio, ante lo infructuoso de sus esfuerzos, la autoridad monetaria decidió liberalizar el tipo de cambio, dejando al peso en flotación. El rebote de los precios provocó saqueos de supermercados y disturbios en Montevideo, reproduciendo a una escala menor lo sucedido en Argentina en diciembre del año anterior. A finales de julio, ante la retirada masiva de depósitos por los ahorradores, el Gobierno decretó el feriado bancario con carácter temporal. La tormenta pudo ser domeñada gracias a una ayuda urgente del FMI, concedida a instancias del Gobierno de Estados Unidos, pero 2002 terminó con una contracción económica brutal, de casi el 11% del PIB (era el cuarto año consecutivo de recesión), una inflación anual del 14%, una tasa de paro del 19% y un porcentaje de población bajo el umbral de la pobreza que cuadruplicaba, nada menos, la marca estimada hacía sólo un lustro.

Con la popularidad de Batlle y el coloradismo por los suelos, Vázquez y sus huestes valoraron como un anticipo de lo que se avecinaba en las generales de 2004 el resultado del referéndum vinculante del 7 de diciembre de 2003, con un 63% de síes, sobre la derogación de la ley de supresión de los monopolios de la ANCAP sobre la comercialización y el refinado de petróleo crudo, y sobre la exportación de derivados del petróleo, liberalización que había sido aprobada por las dos cámaras de la Asamblea General justo dos años atrás y que habría supuesto la participación de compañías privadas en el negocio del hidrocarburo. El 21 de diciembre de 2003, el IV Congreso Extraordinario del FA, por tercera vez consecutiva, designó a Vázquez candidato presidencial y a Nin Novoa su compañero de fórmula. La candidatura fue formalizada en la elección interna celebrada por el EP-FA-NM el 27 de junio de 2004.

Un ciclo de seminarios denominado La transición responsable y el programa electoral El Gobierno del cambio desgranaron las ofertas del EP-FA-NM, encuadradas en siete ejes. Así, el Uruguay social proclamaba el objetivo de "atacar las causas de la pobreza estructural" y contenía un Plan de Atención Nacional a la Emergencia Social (PANES), con actuaciones vigorosas contra el déficit alimenticio en zonas deprimidas y en pro de una cobertura sanitaria universal, más la dotación de más recursos a la educación. El Encuentro con los empresarios significaba "generar un ambiente propicio para la actividad empresarial", buscando la estabilidad macroeconómica, avanzando en la desdolarización de la economía, "no aumentando", sino "redistribuyendo", la presión fiscal, fomentando la inversión pública en los sectores productivos y disminuyendo las tarifas de los servicios públicos.

El Uruguay productivo pasaba por la aplicación de un Plan de Emergencia de Empleo y Salarios que integrara medidas tales como programas de obras públicas, subsidios a la oferta laboral, ventajas fiscales para las pequeñas empresas o descuentos a los patronos en las aportaciones a la Seguridad Social, acompañado de una ley de negociación colectiva y programas de desarrollo en los sectores agropecuario y agroindustrial. El Uruguay innovador vislumbraba un "diseño institucional favorable a la innovación" tecnológica y científica, a realizar por un Plan Estratégico ad hoc.

El Uruguay democrático perseguía la descentralización, transparencia y apertura de los poderes públicos a la sociedad civil, mediante un Plan Estratégico de Fomento de la Participación Ciudadana, una Ley Básica de Participación Institucional, un Consejo Ciudadano de Seguimiento de los Compromisos de Gobierno, y diversos mecanismos de control y auditoria de las instituciones y los partidos. El Uruguay integrado se refería a una política exterior donde la mayor prioridad sería el "inexcusable relanzamiento" del MERCOSUR "como sistema de integración y plataforma de inserción de la región en el mundo". Finalmente, el Uruguay cultural contemplaba la gestión de la multiculturalidad, de nuevo, "en clave de integración regional".

En este programa, era ostensible la intención de revertir la tendencia iniciada por el Gobierno de Batlle, con el objeto de escapar de las turbulencias económicas, de confiar en las relaciones bilaterales con Estados Unidos en detrimento de la cooperación multilateral en el ámbito MERCOSUR y del diálogo particular con la Argentina de Néstor Kirchner y el Brasil de Lula, dos presidentes con los que Vázquez, dado su similar pensamiento político, esperaba sintonizar muy bien, al igual que con el socialista chileno Ricardo Lagos. Si el frenteamplista ganaba en las urnas, Uruguay pasaría a integrar lo que los comentaristas daban en llamar el "eje progresista sudamericano", un alineamiento fáctico que defendía las dinámicas de integración autóctonas, más ambiciosas y atentas a las especificidades culturales regionales, frente al proyecto, patrocinado por Estados Unidos y meramente librecambista, del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA).

El 31 de octubre de 2004 los uruguayos acudieron a votar con el habitualmente mínimo nivel de abstención; mientras, en las filas del EP-FA-NM imperaba la euforia por la convicción de que la victoria era segura. En efecto, Vázquez se proclamó presidente sin tener que acudir a la segunda vuelta el 28 de noviembre con el 50,7% de los sufragios, superando ampliamente al blanco Jorge Washington Larrañaga Fraga, que recogió el 34,1%, y al colorado Guillermo Eduardo Stirling Soto, que sólo obtuvo el 10,3%. En las legislativas, los resultados fueron también faustos, con 53 de los 99 diputados y 17 de los 31 senadores, esto es, mayoría absoluta en ambas cámaras. El MPP, en un salto sensacional, se convirtió en la primera fuerza legislativa y de hecho acaparó más de la mitad de todos los votos frenteamplistas. En la misma jornada se celebró un plebiscito, convocado por iniciativa popular y respaldado matizadamente por el EP-FA-NM y el PN, sobre una reforma constitucional que otorgara al Estado el monopolio de los servicios de saneamiento y suministro de agua potable, siendo el resultado de la consulta afirmativo.

El mandatario electo prometió un cambio que "sacudirá las raíces de los árboles", en un país que, pese a haber recuperado el empuje económico (2004 iba a cerrar con una espectacular tasa de crecimiento del PIB del 12,3%, gracias al excelente comportamiento de las exportaciones, en un contexto de bonanza regional y de debilidad del dólar frente al euro), estabilizado la moneda y dejado atrás sus apuros de liquidez, cargaba con una deuda exterior acumulada de 12.000 millones de dólares y con un desempleo, del 13%, todavía elevado.

Hasta la toma de posesión el 1 de marzo de 2005, Vázquez y sus lugartenientes recordaron su decisión de acometer acciones sociales urgentes en los primeros días en el Gobierno, empezando por el PANES, e insistieron en transmitir mensajes de tranquilidad y estabilidad a los agentes económicos, los cuales recibieron seguridades de que continuarían las negociaciones con el FMI para el reescalonamiento del servicio de la deuda.

También, manifestaron su voluntad de revisar la política gubernamental en relación con las violaciones de Derechos Humanos perpetradas por el Estado durante la dictadura militar, pero en el marco, muy restrictivo, de la Ley de Caducidad de la Pretensión Punitiva del Estado, promulgada en 1986 y sancionada en plebiscito en 1989 bajo el primer Gobierno de Sanguinetti. Esto suponía que no podían emprenderse acciones penales contra los autores de los crímenes, protegidos por una amnistía de hecho, pero sí investigarse el paradero de los detenidos-desaparecidos, oficialmente 38, y establecerse pruebas forenses mediante pesquisas in situ, lo que precisaría de la colaboración de las Fuerzas Armadas.

En abril de 2003, la Comisión para la Paz, nombrada en 2000 por el presidente saliente, había publicado un informe final que pretendía dar un carpetazo concluyente a la espinosa cuestión, pero lo que consiguió fue indignar a los familiares y las ONG: 26 de los desaparecidos denunciados estaban, en efecto, muertos; tras ser asesinados, sus cuerpos fueron incinerados en hornos crematorios y las cenizas resultantes, dispersadas. Vázquez explicó que el resarcimiento de los familiares de las víctimas se haría también mediante compensaciones económicas, indemnizaciones que beneficiarían igualmente a aquellos miembros del estamento militar que vieron perjudicada su situación en los años del Gobierno de facto.

Las primeras decisiones de política exterior que tomó el Ejecutivo de Vázquez después de ser inaugurado en la Asamblea General, en una ceremonia a la que asistieron varios presidentes latinoamericanos (sin faltar Lula, Kirchner y Lagos) y una nutrida representación española, fueron restablecer las relaciones diplomáticas con Cuba, rotas por Batlle en abril de 2002, y firmar con Venezuela, de la mano de su presidente, Hugo Chávez, un sustancioso acuerdo comercial de intercambio de productos energéticos por agropecuarios.

El flamante presidente Vázquez, que, según parece, ostenta el grado de maestro en la logia masónica José Artigas, con membresía desde 1988 (la información fue publicada por la prensa local en vísperas de las elecciones y no suscitó el mentís del interesado), alineó un Gabinete donde se daban cita líderes partidistas, tecnócratas, empresarios, ex guerrilleros tupamaros y personas de confianza por encima de las etiquetas políticas.

El reparto de puestos testimonió el esfuerzo por dar contento a todos los integrantes importantes del EP-FA-NM. Los trece ministerios y la cincuentena de subsecretarías, direcciones generales y jefaturas de área fueron repartidos entre MPP, PSU, AU, VA, NE, PCU, PVP, Alianza Progresista (AP, motor del vértice encuentrista de la coalición, formado por el PDC del vicepresidente Nin Novoa y los ex comunistas de la Confluencia Frenteamplista, CONFA), más personalidades independientes. A título individual, destacaban las presencias de los socialistas Gargano Ostuni (en ese momento, presidente del partido) en Relaciones Exteriores, José Díaz en Interior y Azucena Berrutti en Defensa; por el MPP, su líder, José Mujica Cordano, un histórico de la guerrilla tupamara, en Ganadería, Agricultura y Pesca; por AU –y mal avenido con el anterior-, Astori, al frente del decisivo Ministerio de Economía y Finanzas; por VA, Arana, en Vivienda, Ordenamiento Territorial y Medio Ambiente; y el número dos del FA, Brovetto, en Educación y Cultura.

(Cobertura informativa hasta 5/5/2005)

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